Vinculado al culto de la ninfa Egeria, el manantial ya era conocido por los antiguos romanos por sus cualidades curativas. Se le consideraba un lugar sagrado para la ninfa Egeria y fue mencionado en obras de Tito Livio y Ovidio. La fuente adquirió fama por curar enfermedades del estómago durante el reinado de Tiberio (14-37 d.C.) Fluyendo desde la fuente, el agua se encuentra con el río Almone y se acumula en un gran lago, el Lacus Salutaris, conocido por las propiedades terapeúticas de sus aguas,
La fuente se redescubre después de un largo periodo de olvido. El agua es apodada oficialmente "Santa".
A partir de 1400, el manantial conoció una nueva etapa de popularidad ligada a las curaciones, consideradas entonces milagrosas. Al experimentar sus efectos, muchos médicos y estudiosos comienzan a descubrir sus cualidades beneficiosas en libros y tratados científicos.
El papa Alejandro VII, recuperado de piedras, bebiendo de la fuente todos los días, decide colocar una placa, ahora desaparecida, para recordar sus propiedades terapéuticas.
Entre 1700 y 1800, el ninfeo de Egeria se convierte en visita obligada para jóvenes viajeros de la aristocracia europea: Chateaubriand, Verri, Goethe, Andersen y Piranesi dejaron descripciones y dibujos. Para los romanos, la fuente volvió a ser un lugar frecuentado.
El primer establecimiento termal fue construido por el Hostital San Giovanni, propietario de la tierra donde fluye el agua, con la protección financiera del papa Pio VI. En 1895 el ingeniero Francesco Vattelli y el profesor Leopoldo Tussing, fundaron una empresa con el nombre Francesco Batelli & Cia. para restaurar la canalización, mejorar el entorno de la fuente y crear los primeros departamentos de embotellado.
En la primera mitad del siglo XX, comenzó a extenderse la costumbre de ir al manantial de Egeria, especialmente los domingos, para llenar las cantimploras a 10 liras. En 1948 se fundó la empresa "Acqua Santa di Roma" y se lanzó la primera linea de productos de vidrio.
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